jueves, 1 de septiembre de 2011

Trifulcio Perales: Un héroe autóctono

Caudillos como Trifulcio Perales no hubo muchos. En efecto, ningún otro fue tan poco respetado como él. Durante la guerra de independencia, e incluso en los combates intestinos (tanto en los más gruesos como en los delgados) Perales recorrió el país dando una mano en cuanta batalla hiciera falta. En general daba la derecha, que era con la que pegaba más fuerte.

Durante años se lo pudo ver de aquí para allá, cabalgando en soledad las llanuras de la pampa con la luna como único testigo y llevando en la diestra una escopeta y en la siniestra una damajuana.
Esta dama, Juana, era a la que más le constaba cuán siniestra podía llegar a ser la zurda del caudillo. Se decía de ella que era la única capaz de resistir un embate de Trifulcio e incluso someterlo a su voluntad y vivir para contarlo. Se habían conocido años atrás en un baile en la pulpería “El aguilucho flaco”: cuenta la leyenda que él sucumbió a sus encantos ni bien la vio. En realidad había sucumbido a los encantos de la bebida, y cuando la vio bien, ya era demasiado tarde.

Alguna vez, alguien lo acusó de poco hombre por estar sometido a la voluntad de una mujer. Perales simplemente respondió: “Sus deseos son órdenes para mi”. Y luego agregó en voz baja: “Si no los cumplo, me pega”. Juana no era una mujer fácil de manejar, pero Trifulcio solía decir: “Soy incapaz de levantarle la mano a mi chinita”. Literalmente nunca había podido levantarle la mano, ya que cada brazo de ella pesaba más de 50 kilos. Era más bien robusta, y aunque nunca se determinó su peso exacto, por los pueblitos de la zona circulaban varias leyendas. Los historiadores creen que llegó a pesar 170 kilos… No era una mujer fácil de manejar. La ventaja era que cuando el combate se ponía difícil, ella ponía al enemigo en su lugar.

En silencio cabalgaba este criollo, recorriendo de norte a sur los pagos de su gente, montado en su infatigable alazán. Alazán cuyo nombre no se supo nunca a pesar de que se lo preguntaron en varias ocasiones (era más bien callado, el caballo), y que sufría en silencio los abruptos cambios de rumbo y las interminables carreras para que el gaucho llegara a tiempo a la batalla.

Y cuando llegaba, siempre marcaba un punto de inflexión. Todavía se recuerda en el norte argentino la historia de la famosa batalla en “El fandango cimarrón” en la que apenas se recortó la silueta de Perales en el horizonte, se escuchó un atronador grito de festejo que espantó a la caballada. Eran gritos del festejo enemigo. Y es que hay que decir que Trifulcio tenía muy buenas intenciones, pero una pésima puntería. Miles y miles de combates lo tuvieron como protagonista, y ninguno como vencedor. Fue por eso que sus copartidarios quisieron cortar por lo sano: se ofreció una fuerte suma de dinero a quien lograra matarlo.

La tarea no era fácil. No sólo por el carácter nómade de Perales, sino también porque los mismos enemigos que enfrentaba en combate se ocupaban de su protección. Varias veces logró escapar de pelotones de fusilamiento. En “La jedentina del indio”, por ejemplo, tuvo que recurrir a un complejo truco mental para lograr burlar a la muerte: ya preparado el pelotón y vendados los ojos de la víctima, se dirigió al Capitán Muslera:
–Prométame que me cumplirá un último deseo, Capitán.
–Se lo prometo –le dijo Muslera. –Al fin y al cabo, hemos peleado juntos durante muchos años. ¿Cuál es su voluntad?
–Deseo que se me deje en libertad.

Muslera era un criollo de ley, y cumplió su palabra y la voluntad del preso. Sin embargo, la experiencia cercana a la muerte le sirvió de lección a Perales, que decidió abandonar la vida de Caudillo, a pesar de las suplicas de muchos soldados (enemigos).

Pasó sus últimos años retirado con su china en una granja, y hay quien dice que durante mucho tiempo se lo siguió viendo de noche, escopeta en mano, recorriendo la soledad de los montes como en los viejos tiempos. Un poco por nostalgia, es cierto, pero además porque la china roncaba mucho.

3 comentarios:

Pato dijo...

buena marto!!!

Anónimo dijo...

jajjajaja

Anónimo dijo...

Me encanto. LVP