De los colores falsos y el daltonismo nopidaspanero

Hace ya más de una década, llegó a este mundo, una abundante generación de creadores de nuevos colores. Desde un principio fueron, y aún lo son, las mujeres y los diseñadores quienes se dedicaron a inventar nuevos colores, como si no tuviéramos suficiente trabajo en intentar aprendernos la caprichosa división entre colores primarios y secundarios, que no voy a nombrar por miedo a equivocarme una vez más.

Esta despiadada casta se dedicó durante años a inventar colores que antes no existían, e incluso a cambiar el nombre de colores tradicionales. Aparecieron así los primeros colores asociados a algún sustantivo como el verde manzana, el gris perla, el amarillo bebé, el verde esperanza, el amarillo limón, el amarillo patito, el rojo ladrillo, el azul Francia, el gris topo, el rosa topu, y el verde agua. Sin embargo, desde un principio se supo que estos nuevos nombres eran absolutamente relativos, puesto que, por ejemplo, mientras el verde agua en Acapulco es cercano a lo transparente, en La Boca y otras zonas cercanas al Riachuelo se torna de un tono bastante parecido al marrón caca.

Como ya se ha mencionado, la Facultad de Diseño fue un ámbito en el que la creatividad rebalsaba por las ventanas. Pero no fue el único. El tutti fruti, por ejemplo, fue y sigue siendo víctima de graves insultos, ya que a la hora de ser completada la columna de los colores, nadie duda en agarrar la paleta e improvisar, o mirar alrededor y poner el primer sustantivo que se le cruce. Se han escrito cosas como color salmón, color esperanza, color uva, color melón, color tiza, color arena, color chocolate, color rubí, color humo, color obispo (sí, OBISPO), color café, color té, color miel, entre muchos otros. Incluso se ha llegado a preguntar si se podía poner cloruro de sodio en comidas y en colores a la vez.

También existe toda una gama de colores con nombres raros que nadie sabe cuáles son realmente, pero se nombran con la intención de darle mayor “estilo” a lo que se está contando. Por ejemplo:

• A este calzoncillo le dejaste una frenada color calipso…

• Me compré una sopapa color ambar…

• Te choqué el auto contra una columna color índigo, y cuando frené me la puso un Taunus color ocre y el colectivo color terracota que va desde Plaza Miserere hasta Longchamps...

Si Van Gogh hubiera nacido en esta época, seguramente hubiese puesto una remisería.

Las variantes posibles son, como se ha demostrado, inagotables: verde militar, azul de ultramar, blanco sucio, verde esmeralda, azul petróleo, negro azabache, verde azulado, azul verdoso, verde inglés y verde irlandés, rosa pálido, etc., etc. Pero sin dudas el color más falso de la historia fue inventado esta semana por la diva de la TV, Susana Irma Giménez, con la frase “Hoy tengo medias color café IRLANDÉS...”. Frase que además de incrementar el Índice de generosidad país, lleva inevitablemente a preguntarse cuál es la diferencia entre el color café irlandés y el color café cubano, o italiano, o el café La Morenita, o el 5 hispanos.

No pidas pan se declara en contra de casi toda esta variedad de colores absolutamente falsos. El verdadero nopidaspanero es casi daltónico. Sólo reconoce la diferencia entre el blanco y el tinto, aunque prefiere el color whiscola o el color ferné con coca. La diferencia entre colores primarios y secundarios la considera rebuscada, y ni siquiera sabe que existen los terciarios (esta parte la escribió un colaborador externo). Reconoce sólo algunos tonos del rojo, ya mencionados en otra oportunidad, como el rojo ketchup, el rojo pasión y el rojo de avellaneda. Le teme al colorado y si se encuentra con alguno se cruza de vereda.